COLUMNAS DESTACADAS

Dr. Sergio Aguayo Quezada
BLOQUEOS
Importa muy poco el color de quien gobierne. La ciudadanía continúa siendo rehén del encontronazo entre el derecho al
libre tránsito y a la manifestación de las ideas. El viernes 22 de marzo empezaba la Semana Santa y hubo un bloqueo
total de la Autopista del Sol que conecta Acapulco con la Ciudad de México. La interrupción del tráfico duró nueve horas
y lo comento por ser uno de los casos límite de una realidad desatendida que padecemos cotidianamente y que está
haciéndose insoportable. Como los maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación del Estado
de Guerrero (Ceteg, que es parte de la CNTE) ya no inquietaban al gobierno estatal perredista con la toma de edificios
públicos, se lanzaron a interrumpir el paso de la autopista federal. Hora tras hora, miles de infortunados padecieron el mal
tino de caer en la ratonera vial. La medida les funcionó a los maestros: humillaron al gobierno estatal porque ganaron los
salarios caídos y la creación de una comisión que los evaluará localmente, lo cual es un reto frontal a la reforma educativa
nacional. Paso por alto la dudosa legitimidad de los reclamos del magisterio guerrerense y la afectación de los derechos
a la educación de la infancia de aquella entidad para centrarme en un ángulo ignorado: los miles de ciudadanos varados
fueron abandonados a su suerte por las autoridades de todos los niveles. Ni Protección Civil federal ni estatal acudieron
a su auxilio llevándoles, por ejemplo, agua y alimentos o estableciendo servicios médicos para los casos urgentes. La
Comisión Nacional de los Derechos Humanos tampoco se interesó en el asunto pese a ser una vía federal, y la del estado
de Guerrero ni siquiera incluyó el tema en su página de internet. La prioridad de estas comisiones es garantizar su
presupuesto y dejan que las víctimas se las arreglen como puedan. No estamos ante un hecho aislado. Cualquier inconforme
sabe que la manera más expedita de recibir la atención de la autoridad es ocupando una oficina, una calle o una
carretera. El método es infalible porque forma parte de una cultura cívico-política acostumbrada a la ocupación temporal o
permanente de los espacios públicos. Pongo algunos ejemplos. Los restaurantes que invaden la banqueta o las empresas
que canalizan calles imitan a su manera a la poderosa TV Azteca que con bastante frecuencia invade con automóviles
una lateral del Periférico Sur. Las autoridades de todos los estamentos hacen exactamente lo mismo. Muy cerca de TV
Azteca -pero en la acera de enfrente- está una de las sedes de la Policía Federal. Hace años se instaló e inmediatamente
se apropió de un carril del Periférico, los vecinos de esa zona padecimos durante años los estrangulamientos causados
por patrullas o vehículos de transporte estacionados. Hace un par de semanas documenté que la Secretaría de Desarrollo
Urbano y Vivienda autorizó la entrega de un espacio público en Coyoacán a una constructora a la que luego intentó
extorsionar el delegado Mauricio Toledo, mientras Miguel Ángel Mancera se hacía -y se hace- el desentendido. El desdén
oficial es indicativo del ínfimo lugar que les merece una ciudadanía obligada a tolerar las ocupaciones de los espacios públicos.
Ninguna autoridad se ha preocupado en serio por estas víctimas del urbanismo salvaje. La Comisión de Derechos
Humanos del Distrito Federal (CDHDF) ha tocado muy tangencialmente este choque entre derechos. A raíz del bloqueo de
Paseo de la Reforma con que se protestó por el fraude de 2006, la CDHDF recibió 904 quejas ciudadanas. En noviembre
de aquel año sacó una recomendación en la cual pedía al gobierno capitalino que resolviera el choque de derechos, ésta
fue ignorada. En 2010, Luis González Placencia reiteró otra vez la conveniencia de que el gobierno capitalino generara
“criterios para que quienes quieren hacer uso de su derecho a manifestarse puedan hacerlo, sin afectar a quienes quieren
hacer uso de su derecho al libre tránsito en la ciudad de México”. También fue ignorado. Dada la frecuencia con la cual
se toman espacios públicos en la capital, ¿no consideraría la CDHDF ocuparse de oficio? Por ahora, sólo Michoacán y el
Estado de México están anunciando que discutirán leyes para resolver el dilema creado por quienes tienen el derecho a
protestar y quienes desean transitar en libertad. La única solución que a veces funciona es que los medios tomen el asunto.
Pero el escándalo debe ser razonablemente estruendoso si se quiere tener éxito. La Policía Federal liberó la lateral
ocupada cuando el diario Reforma publicó en primera plana un reportaje con fotos. La denuncia en medios tiene límites
porque no hay espacio para atender todas las invasiones generalizadas de espacios públicos. Esta semana se multiplica
el tráfico por las carreteras nacionales. Dadas las posibilidades de bloqueos en diversas regiones los viajeros deberían
cargar raciones de alimentos y agua. En este tema la autoridad vive bloqueada.
Lic. cesar camacho quiroz

PARTE 1
COLOSIO VIVE EN LA TRANSFORMACIÓN DE MÉXICO

Lleno de vida, no podría haber imaginado su trágico fin; no obstante, inerte,
está presente entre nosotros. Si, como escribió George Bernanos, “el homicidio
perfecto es el olvido”, Colosio no ha muerto. Colosio vive, porque vivo está
el ánimo que buscaba infundirnos al grito de “Primero México”, y porque hoy
destaca la necesidad de mantener la unidad en lo fundamental, porque ahora
es evidente que, merced a la política, en efecto, como él planteara, “en la nación
cabemos todos”. Un fundado optimismo y la urgencia de resultados han
generado un nuevo clima político en México. En este contexto, que no deja de
sorprender, los políticos no tenemos todas las respuestas pero sí nos hemos
mostrado abiertos a todas las preguntas. Esta actitud genera confianza. Confiar
es depositar en otro lo que se tiene en alta estima; confiar une y reúne; confiar
es el cemento de la cohesión social. Cohesionadas por el interés superior de la
nación, las fuerzas políticas más representativas y el gobierno federal, hemos
creado un espacio de neutralidad partidaria, sustentados en la muy colosista
“cultura del compromiso; del diálogo, la concertación y la palabra empeñada”.
Las primeras señales de una nueva manera de hacer política, nos distancian
de la restauración hegemónica, en la misma proporción que nos acercan a la
democracia plena. Como hace 13 años, cuando los mexicanos demostramos
ser capaces de una alternancia legal y pacífica, hoy emprendemos transformaciones
profundas sin sacudimientos; los contrapesos existen, pero no lastran;
el gobierno dividido no está detenido; el Estado asume la rectoría de lo social,
sin antagonizar con la sociedad. Atestiguamos que ejerce el poder quien tiene
legitimidad para ello, respetando e incluyendo a quienes piensan distinto; que
es posible justificar el gobierno de un Presidente fuerte, pero sometido a la ley;
es decir, desplegando una Presidencia Democrática. Un ejercicio del poder es
democrático cuando entiende el imperativo de colaborar con otros entes públicos,
de trabajar con diferentes ámbitos de gobierno, respetar y promover los
derechos humanos, así como transparentar su funcionamiento y rendir cuentas
a los ciudadanos. La Presidencia Democrática, lejos de claudicar, propone; en
vez de imponer, escucha; en lugar de esperar, avanza en todos los frentes. En
suma, es un ejercicio del poder en el que se privilegia la política y se trabaja por
la justicia. Adicionalmente, el eficaz protagonismo de quienes integran el Poder
Legislativo ha dado cuenta de la evolución de nuestra cultura democrática y del
cumplimiento cabal de la alta responsabilidad que la Constitución otorga a esa
expresión plural y colegiada de la representación nacional. Es el momento en el
que partidos políticos y sociedad, juntos, debemos hacer de nuestra pluralidad,
riqueza; de nuestra diversidad, fuerza; y de nuestro esfuerzo, desarrollo para
todos. Cada quien está cumpliendo su papel; las fuerzas políticas han mostrado
madurez tan respetable, como reconocible es la disposición y la pericia de este
gobierno y de este presidente. No obstante, el futuro de México pende de las
autoridades tanto como de aquellos que no lo son.

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